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No tiene la culpa la vaca, sino el que…

En este artículo, continuación del publicado el domingo anterior, nuestro redactor aporta datos concretos y propone una segunda instancia de reflexión sobre la ganadería y su impacto ambiental.

​Miguel Viñuales (ZonaCampo)

Es público y notorio el hecho de que la culpa nunca la ha tenido el chancho, sino el que le dio de comer. Entonces… ¿por qué iba a tenerla la vaca? Esto, que puede parecer un chiste –malo, de acuerdo- para romper el hielo del primer párrafo, no lo es tanto, ya que en esta nota probablemente arribemos a una conclusión no tan agradable de leer o asumir: el principal problema de la ganadería y su rol en el impacto ambiental pasa por la ineficiencia, tanto en términos productivos como de sustentabilidad.


A modo de breve resumen, en la nota del domingo anterior estuvimos indagando acerca del papel que se le asigna a la ganadería en el calentamiento global, fundamentalmente por las emisiones de metano (gas de efecto invernadero) de los bovinos. Presentamos una postura extrema que la consideraba como actividad ambientalmente nociva y de recomendable sustitución, y por otro lado, unos pocos datos concretos de la Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA) donde muestran que el tema admite matices importantes. También tomamos algunas referencias de un proyecto llamado Sacred Cow ("Vaca Sagrada") que se basa en estos datos para asumir una postura también sin medias tintas orientadas a la producción y consumo de carnes como algo insustituible.


En el curso de esta semana he tenido el agrado de que técnicos y gente allegada al tema me acercara información para esta segunda parte, incluyendo las afirmaciones radicales de Greta Thunberg, la activista ambiental sueca de 16 años que estuvo cerca de recibir el Nobel de la Paz (y que en varias ocasiones apuntó misiles contra la agroganadería argentina),así como datos y puntos de partida para que esta segunda parte deje menos dudas que la anterior, y proponga una base algo más firme para una nueva etapa de reflexión.


Pero antes de entrar de lleno en el contenido concreto de esta segunda parte, me permito mencionar un elemento que a mi entender impregna toda esta problemática, y que quedó de manifiesto tras haber intentado esta brevísima investigación: el sesgo o recorte cognitivo, cuestión psicológica presente en todo proceso de pensamiento y comunicación humana, muchas veces veces naturalizado e inconsciente, otras tantas veces bien consciente y tendencioso.


Dicho en criollo, "las cosas son del color del cristal con que se miren". Vemos las cosas como las podemos ver, o como las queremos ver, y las contamos en función de lo que queremos comunicar. Decimos mucho menos con lo que expresamos, que con toda la información que desconocemos o directamente decidimos omitir, y este sesgo es -lamentablemente- nota repetida en muchos discursos que abordan la relación entre ganadería y ambiente.



Cuestión de balance

Ahora si, pasemos al tema central de esta segunda parte. De las fuentes que tomé (EPA.gov, SacredCow.info y algunas notas periodísiticas) solo encontré datos globales, aunque me consta que profesionales serios de nuestro medio están trabajando en elaborar información local, que oportunamente se difundirá por este medio.


Según la EPA, dentro de las emisiones globales por actividad de gases de efecto invernadero medidas en el año 2010, el 24% corresponde a agricultura, forestación y otros usos de la tierra. Si bien la categoría es amplia, y la ganadería bovina ocupa solo una parte proporcional, hablar de un 24% suena muy fuerte, realmente es una cuarta parte. Entonces -cómo no- cualquier declaración de protección ambiental nos deja pensando.


Pero si seguimos leyendo, encontraremos un dato fuerte, publicado en la misma web de la EPA: si bien las emisiones de gases de efecto invernadero de este sector provienen principalmente de la agricultura (cultivo de cultivos y ganado) y la deforestación, esta estimación no incluye el CO2 que los ecosistemas eliminan de la atmósfera mediante el secuestro de carbono en la biomasa, la materia orgánica muerta y los suelos, que compensan aproximadamente el 20% de las emisiones de este sector.


Algún técnico me podrá corregir, pero creo entender de ese párrafo que ese 24% de emisión se ve compensado por un 20% de captura, por lo cual el balance de impacto ambiental (en cuanto a emisión de gases) deja a la agricultura y ganadería en un 4% a nivel global. Entonces, la pregunta del millón es: ¿porqué se ataca a esta actividad tomando únicamente en cuenta las emisiones y no el rol completo, basando en un balance entre emisión y captura? Yéndonos al extremo, podríamos no considerar las emisiones y tomar solo la captura, y nos quedaríamos con que es una actividad inocua y que aporta solo positivamente, lo cual tampoco sería la verdad completa. 



En una reciente entrevista en video realizada por Mundo Agro al Ing. Agrónomo Horacio Valdez, el docente y productor afirma que las críticas que se hacen a la ganadería y su impacto ambiental, son erradas, basadas en relatos y no en datos concretos, y que fundamentalmente, incurren en un sesgo grosero pues hacen foco en las emisiones y dejan de lado arbitrariamente el rol de captura de dióxido de carbono.


No tan extremos

Reconozco que los amigos de Sacred Cow me resultaron, en un principio, tan incómodos de leer como cualquier discurso activista. Pero tras una navegación algo más integral de su sitio web, al final de su página de inicio firman su editorial con el eslogan "It´s not the cow. Is the how", que en inglés representa un juego de palabras, y en castellano significa literalmente "No es la vaca, es el cómo". ¿Quiere que lo pongamos en otros términos, y volvemos al primer párrafo? La culpa no la tiene la vaca, sino el que le da de comer. La ganadería puede ser sustentable y sumar al equilibrio ambiental, o ser ineficiente y por ende perjudicial.


El enfoque de SacredCow me produjo un efecto llamativo, probablemente no tenido en cuenta por ellos mismos, pero si muy relevante para mí en tanto periodista agropecuario y productor, porque me invitó a ver de manera integral muchas de las notas que publicamos en este medio, que quizás antes consideraba individualmente, y ahora las percibo como un conjunto, una perspectiva más amplia y global.


Según este proyecto, eliminar la ganadería y el consumo de carne no es posible, ni tampoco es beneficioso para la salud y el ambiente. La cosa no pasa por dejar de lado la actividad, sino por hacerla de otra manera, más eficiente en términos productivos y ambientales, es decir, seguir adelante y hacerlo cada vez mejor. 

Lo mismo dijo Valdez en la entrevista, lo mismo han dicho nota tras nota veterinarios e ingenieros agrónomos que hemos entrevistado, en particular Paulo Recavarren de INTA con sus análisis e investigaciones de índices productivos a lo largo de los años. Lo han dicho productores de punta a nivel tecnología de procesos, como Tiburcio Imaz, y productores orientados a la agroecología e incluso, a la producción orgánica. Cada cual desde su particular perspectiva, con su color, con sus detalles, pero la nota común es una propuesta de trabajar mejor y de manera más eficiente. La falta de eficiencia genera impacto ambiental a través del derroche de capacidad productiva.


Cada aplicación de agroquímicos sin receta o supervisión profesional, cada vaca que pasea todo un año por el campo sin producir un ternero, cada toro al que no se hace control pre servicio y pone en riesgo la sanidad del rodeo completo… Cada una de esas cosas impactan en el bolsillo individual, en la economía del conjunto, y también en el balance ambiental. Al menos, esta conclusión me queda a mí después de esta breve investigación, y me alerta para intentar hacer un poco mejor las cosas en la porción de mundo en que me toca intervenir. Espero que cada lector y lectora de estos artículos pueda elaborar su propia conclusión, y que le sea de utilidad para repensar sus decisiones.


Me permito cerrar esta nota citando literalmente los últimos párrafos de la presentación de SacredCow, porque creo que contienen simultáneamente el planteo del problema y la propuesta de solución:

La carne está siendo vilipendiada por causar cáncer, enfermedades cardíacas y diabetes, sin embargo, no hay estudios sólidos que respalden esto. Mientras tanto, Silicon Valley ha invertido millones en alternativas de carne altamente procesadas, con el supuesto de que la ingeniería de nuestras proteínas en las fábricas será una mejor alternativa a algo que la naturaleza ya ha descubierto: pastar animales, restaurar la tierra y convertir la celulosa en proteína.

La solución es la agricultura regenerativa. La verdad es que el ganado bien administrado son los "héroes poco probables" de esta historia. Podemos aumentar la biodiversidad, mejorar la salud del suelo, aumentar la capacidad de retención de agua de la tierra y aumentar la proteína de alta calidad y rica en nutrientes, al tiempo que preservamos las comunidades agrícolas familiares. Retirar a estos animales de nuestro sistema alimentario podría causar más daño que bien.

"No es la vaca, es el cómo".


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ZonaCampo presente en Expo Olavarría 2019
 

No tiene la culpa la vaca, sino el que…

En este artículo, continuación del publicado el domingo anterior, nuestro redactor aporta datos concretos y propone una segunda instancia de reflexión sobre la ganadería y su impacto ambiental.

​Miguel Viñuales (ZonaCampo)

Es público y notorio el hecho de que la culpa nunca la ha tenido el chancho, sino el que le dio de comer. Entonces… ¿por qué iba a tenerla la vaca? Esto, que puede parecer un chiste –malo, de acuerdo- para romper el hielo del primer párrafo, no lo es tanto, ya que en esta nota probablemente arribemos a una conclusión no tan agradable de leer o asumir: el principal problema de la ganadería y su rol en el impacto ambiental pasa por la ineficiencia, tanto en términos productivos como de sustentabilidad.


A modo de breve resumen, en la nota del domingo anterior estuvimos indagando acerca del papel que se le asigna a la ganadería en el calentamiento global, fundamentalmente por las emisiones de metano (gas de efecto invernadero) de los bovinos. Presentamos una postura extrema que la consideraba como actividad ambientalmente nociva y de recomendable sustitución, y por otro lado, unos pocos datos concretos de la Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA) donde muestran que el tema admite matices importantes. También tomamos algunas referencias de un proyecto llamado Sacred Cow ("Vaca Sagrada") que se basa en estos datos para asumir una postura también sin medias tintas orientadas a la producción y consumo de carnes como algo insustituible.


En el curso de esta semana he tenido el agrado de que técnicos y gente allegada al tema me acercara información para esta segunda parte, incluyendo las afirmaciones radicales de Greta Thunberg, la activista ambiental sueca de 16 años que estuvo cerca de recibir el Nobel de la Paz (y que en varias ocasiones apuntó misiles contra la agroganadería argentina),así como datos y puntos de partida para que esta segunda parte deje menos dudas que la anterior, y proponga una base algo más firme para una nueva etapa de reflexión.


Pero antes de entrar de lleno en el contenido concreto de esta segunda parte, me permito mencionar un elemento que a mi entender impregna toda esta problemática, y que quedó de manifiesto tras haber intentado esta brevísima investigación: el sesgo o recorte cognitivo, cuestión psicológica presente en todo proceso de pensamiento y comunicación humana, muchas veces veces naturalizado e inconsciente, otras tantas veces bien consciente y tendencioso.


Dicho en criollo, "las cosas son del color del cristal con que se miren". Vemos las cosas como las podemos ver, o como las queremos ver, y las contamos en función de lo que queremos comunicar. Decimos mucho menos con lo que expresamos, que con toda la información que desconocemos o directamente decidimos omitir, y este sesgo es -lamentablemente- nota repetida en muchos discursos que abordan la relación entre ganadería y ambiente.



Cuestión de balance

Ahora si, pasemos al tema central de esta segunda parte. De las fuentes que tomé (EPA.gov, SacredCow.info y algunas notas periodísiticas) solo encontré datos globales, aunque me consta que profesionales serios de nuestro medio están trabajando en elaborar información local, que oportunamente se difundirá por este medio.


Según la EPA, dentro de las emisiones globales por actividad de gases de efecto invernadero medidas en el año 2010, el 24% corresponde a agricultura, forestación y otros usos de la tierra. Si bien la categoría es amplia, y la ganadería bovina ocupa solo una parte proporcional, hablar de un 24% suena muy fuerte, realmente es una cuarta parte. Entonces -cómo no- cualquier declaración de protección ambiental nos deja pensando.


Pero si seguimos leyendo, encontraremos un dato fuerte, publicado en la misma web de la EPA: si bien las emisiones de gases de efecto invernadero de este sector provienen principalmente de la agricultura (cultivo de cultivos y ganado) y la deforestación, esta estimación no incluye el CO2 que los ecosistemas eliminan de la atmósfera mediante el secuestro de carbono en la biomasa, la materia orgánica muerta y los suelos, que compensan aproximadamente el 20% de las emisiones de este sector.


Algún técnico me podrá corregir, pero creo entender de ese párrafo que ese 24% de emisión se ve compensado por un 20% de captura, por lo cual el balance de impacto ambiental (en cuanto a emisión de gases) deja a la agricultura y ganadería en un 4% a nivel global. Entonces, la pregunta del millón es: ¿porqué se ataca a esta actividad tomando únicamente en cuenta las emisiones y no el rol completo, basando en un balance entre emisión y captura? Yéndonos al extremo, podríamos no considerar las emisiones y tomar solo la captura, y nos quedaríamos con que es una actividad inocua y que aporta solo positivamente, lo cual tampoco sería la verdad completa. 



En una reciente entrevista en video realizada por Mundo Agro al Ing. Agrónomo Horacio Valdez, el docente y productor afirma que las críticas que se hacen a la ganadería y su impacto ambiental, son erradas, basadas en relatos y no en datos concretos, y que fundamentalmente, incurren en un sesgo grosero pues hacen foco en las emisiones y dejan de lado arbitrariamente el rol de captura de dióxido de carbono.


No tan extremos

Reconozco que los amigos de Sacred Cow me resultaron, en un principio, tan incómodos de leer como cualquier discurso activista. Pero tras una navegación algo más integral de su sitio web, al final de su página de inicio firman su editorial con el eslogan "It´s not the cow. Is the how", que en inglés representa un juego de palabras, y en castellano significa literalmente "No es la vaca, es el cómo". ¿Quiere que lo pongamos en otros términos, y volvemos al primer párrafo? La culpa no la tiene la vaca, sino el que le da de comer. La ganadería puede ser sustentable y sumar al equilibrio ambiental, o ser ineficiente y por ende perjudicial.


El enfoque de SacredCow me produjo un efecto llamativo, probablemente no tenido en cuenta por ellos mismos, pero si muy relevante para mí en tanto periodista agropecuario y productor, porque me invitó a ver de manera integral muchas de las notas que publicamos en este medio, que quizás antes consideraba individualmente, y ahora las percibo como un conjunto, una perspectiva más amplia y global.


Según este proyecto, eliminar la ganadería y el consumo de carne no es posible, ni tampoco es beneficioso para la salud y el ambiente. La cosa no pasa por dejar de lado la actividad, sino por hacerla de otra manera, más eficiente en términos productivos y ambientales, es decir, seguir adelante y hacerlo cada vez mejor. 

Lo mismo dijo Valdez en la entrevista, lo mismo han dicho nota tras nota veterinarios e ingenieros agrónomos que hemos entrevistado, en particular Paulo Recavarren de INTA con sus análisis e investigaciones de índices productivos a lo largo de los años. Lo han dicho productores de punta a nivel tecnología de procesos, como Tiburcio Imaz, y productores orientados a la agroecología e incluso, a la producción orgánica. Cada cual desde su particular perspectiva, con su color, con sus detalles, pero la nota común es una propuesta de trabajar mejor y de manera más eficiente. La falta de eficiencia genera impacto ambiental a través del derroche de capacidad productiva.


Cada aplicación de agroquímicos sin receta o supervisión profesional, cada vaca que pasea todo un año por el campo sin producir un ternero, cada toro al que no se hace control pre servicio y pone en riesgo la sanidad del rodeo completo… Cada una de esas cosas impactan en el bolsillo individual, en la economía del conjunto, y también en el balance ambiental. Al menos, esta conclusión me queda a mí después de esta breve investigación, y me alerta para intentar hacer un poco mejor las cosas en la porción de mundo en que me toca intervenir. Espero que cada lector y lectora de estos artículos pueda elaborar su propia conclusión, y que le sea de utilidad para repensar sus decisiones.


Me permito cerrar esta nota citando literalmente los últimos párrafos de la presentación de SacredCow, porque creo que contienen simultáneamente el planteo del problema y la propuesta de solución:

La carne está siendo vilipendiada por causar cáncer, enfermedades cardíacas y diabetes, sin embargo, no hay estudios sólidos que respalden esto. Mientras tanto, Silicon Valley ha invertido millones en alternativas de carne altamente procesadas, con el supuesto de que la ingeniería de nuestras proteínas en las fábricas será una mejor alternativa a algo que la naturaleza ya ha descubierto: pastar animales, restaurar la tierra y convertir la celulosa en proteína.

La solución es la agricultura regenerativa. La verdad es que el ganado bien administrado son los "héroes poco probables" de esta historia. Podemos aumentar la biodiversidad, mejorar la salud del suelo, aumentar la capacidad de retención de agua de la tierra y aumentar la proteína de alta calidad y rica en nutrientes, al tiempo que preservamos las comunidades agrícolas familiares. Retirar a estos animales de nuestro sistema alimentario podría causar más daño que bien.

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