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Plagas naturales… y de las otras

Los chacareros y sus familias les hacen frente todos los días, y en esta segunda entrega Daniel Lecointre pone la lupa sobre algunas de ellas 

Por Daniel Lecointre, exclusivo para Zona Campo.


Mientras redactaba la primera parte de algunos de mis recuerdos sobre esa raza única e irreemplazable que constituyen los chacareros, atizaba el fuego de la cocina con un "fierrito", puntudo en un extremo y plegado del otro. No sé porqué me llamo la atención, pero parecía decirme -" ¿y de mí no vas a decir nada?"y ahí me acorde. Es uno de aquellos guerreros vencidos en la batalla tremenda y desigual contra millones de atacantes, tan poderosos que nublaban hasta el sol,y en un día se comían todo el sembrado, hasta la raíz. "La langosta"´ Si, es uno de los pinches que sujetaba las chapas barreras. Técnica desesperada e inútil. Estos bichos se llevaron la totalidad de la cosecha durante años, en varios partidos de la zona.


Algunos clavaban un hacha en la tierra, pero mamá solo conocía la técnica de la cruz con sal para detener las tormentas fieras, peligrosas, llenas de rayos, truenos y piedras. Estas vienen de visita justo cuando faltan pocos días para la cosecha.


Recuerdo una noche a toda la familia parados bajo el corredor, casi sin respirar, escuchando el estruendo de la piedra en la chapa. Parecía no terminar nunca. Mamá se desesperaba. Papá, viejo conocedor de este juego, agachaba la cabeza y no decía nada. El sabía de sobra donde le estaba pegando. En ese instante pasaron por su cabeza las mil horas de trabajo perdidas, el dolor de espalda, el contador, las deudas, las ilusiones, el cambio de vida, y los planes hechos trizas. Nosotros no veíamos las lágrimas, e inocentemente jugábamos a quien encontraba la piedra más grande.


Estos hombres conocen también la depresión que causa "la seca". Día tras día ven a su maíz peleando para no morir. A la mañana temprano uno se ilusiona con la pequeña mejoría del enfermo. Pero el medio día abrazador, le vuelve a bajar los brazos, ya sin fuerzas. A la semana llueve, linda lluvia, pero él ya murió. Y también han sentido el espanto sorpresivo de la inundación.


Cuando miro las noticias y veo las ciudades inundadas y los autos destruidos por la piedra, me da una pena inmensa, pero debe ser el único momento que nos miramos como hermanos, nos entendemos. Me parte el alma ver a un taxista con el auto abollado, y sé que después de eso, a él le pasa lo mismo, cuando ve caer la piedra sobre los campos.


Y también están los "cosechones", esos que tapan las macanas de los años anteriores. Antes se decía "fulano pego la cosecha" y así era, eso le cambiaba la vida. Pero hace años que los márgenes son tan pequeños, que hay que pegarlas a todas.


"Recuerdo una noche a toda la familia parados bajo el corredor, casi sin respirar, escuchando el estruendo de la piedra en la chapa"


Hace mucho tiempo un señor que tenía un cargo muy importante me dijo "Nosotros les hacemos creer que son los dueños de ese pedacito de tierra, pero no es así. Son simples gerentes nuestros, y como van a porcentaje, se tienen que romper el lomo y ser cada día más eficientes"y tenía razón el hombre. Debe ser por eso que no nos visitan más aquellos amigos, ¿se acuerdan? Que aparecieron de golpe y se quedaban con todas las tierras para sembrar.- Pooles de siembra- les decían. De vez en cuando los llamo, pero ya no atienden el teléfono, y si lo hacen, se ríen,o me responden: "ni loco, esos negocios ridículos solo los hacen ustedes… y nosotros ya lo sabemos… pero pasa que en este negocio está metido quién no se tendría que meter… el amor".


Desde hace un tiempo largo cada vez que entraba al banco sentía un olor raro, raro pero conocido a la vez. Yo veía que la gente cobraba y se iba, pero nadie se daba cuenta de ese aroma. Un día me anime y le pregunte al cajero. Porque justamente ahí era donde más se sentía ese perfume. -"es que la mitad de estos billetes vienen de las semillas" me dijo" -"Con razón"- contesté.


Pero más me sorprendí cuando llegue a la puerta. Los mismos que recién salían del banco, estaban en la esquina haciendo una protesta en contra de un pobre poroto, aunque ellos mismos lo tenían en el bolsillo. Se escuchaban "mueran" y otras "maldiciones". Un chacarero los miraba sin entender, -"Si yo ya di la mitad de mi cosecha. ¿Que hice de malo? No sé qué hacen con ella, pero a mí ya me sacaron la mitad. Cosas que pasan. Pensar que estoy tan solo cuando la siembro… o si falla la trilla… pero si cosecho, ahí sí, me lleno de amigos. Solo que yo pensaba que me querían. O iba a escuchar al menos un gracias señor"-. Se puso la gorra y se fue.


Es sabido que el encargado de los animales mira torcido al chacarero, por esa fama, (no sé si es verdad o no) de no cerrar las tranqueras o atar mal los alambres y todos los inconvenientes que le traen al paisano. Dice la Biblia que Caín era labrador, en cambio, Abel era pastor de ovejas. No sé qué habrá pasado, pero parece que la cosa terminó mal.


Un día tío Jorge me dijo –"vení, te voy a enseñar a sembrar" y monto a caballo. Yo pensé que estaba equivocado, pero enderezo muy decidido para el lado de la quinta de la lechera. El potrerito ya estaba arado.Íbamos cargando las bolsas de maíz al recado y lo tirábamos con la mano, como quien le da de comer a las gallinas. Le pasamos una a rastrita atada a la asidera y nació. Así me enseñó a sembrar al vuelo. No rindió mucho, pero alcanzaba. ¿Vieron cuantas formas hay de ser chacarero?.


Cuando venía la maquina a cosechar se dejaban varias hectáreas para el viejo Dante Gonzalez, el ultimo juntador de maíz. Después nosotros teníamos varios días para juntar las bolsas, hacer las trojes, llenarlas y al tiempo desganar el maíz en familia.La cosechadora lo hubiera hecho en dos horas, pero la tradición se había salvado otra vez. Yo no sé si eso estaba bien o no, pero había tiempo para esas cosas, recreos que socializaban y divertían. Pero desde hace años la empresa nos lleva con los dientes tan apretados, concentrados en no cometer errores, obligados a la eficiencia de la eficiencia, que nos deja sin tiempo para disfrutar el campo como antes. 


Acerca de Daniel Lecointre

El autor es nacido, vive y trabaja en el campo, en la zona de San Jorge, Partido de Laprida. En su sentir y sus palabras, esto es así desde hace más de 120 años, por los tiempos en que su abuelo llegó a esos pagos. Para comunicarse con el autor pueden llamarlo al 2284 215445 (no lo intenten vía Whatsapp, el 4G y el Wi-fi no han pasado todavía por la tranquera de su campo). De vez en cuando revisa el correo electrónico (enviar e-mail) y algunas veces su perfil en Facebook 

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Algunos clavaban un hacha en la tierra, pero mamá solo conocía la técnica de la cruz con sal para detener las tormentas fieras, peligrosas, llenas de rayos, truenos y piedras. Estas vienen de visita justo cuando faltan pocos días para la cosecha.


Recuerdo una noche a toda la familia parados bajo el corredor, casi sin respirar, escuchando el estruendo de la piedra en la chapa. Parecía no terminar nunca. Mamá se desesperaba. Papá, viejo conocedor de este juego, agachaba la cabeza y no decía nada. El sabía de sobra donde le estaba pegando. En ese instante pasaron por su cabeza las mil horas de trabajo perdidas, el dolor de espalda, el contador, las deudas, las ilusiones, el cambio de vida, y los planes hechos trizas. Nosotros no veíamos las lágrimas, e inocentemente jugábamos a quien encontraba la piedra más grande.


Estos hombres conocen también la depresión que causa "la seca". Día tras día ven a su maíz peleando para no morir. A la mañana temprano uno se ilusiona con la pequeña mejoría del enfermo. Pero el medio día abrazador, le vuelve a bajar los brazos, ya sin fuerzas. A la semana llueve, linda lluvia, pero él ya murió. Y también han sentido el espanto sorpresivo de la inundación.


Cuando miro las noticias y veo las ciudades inundadas y los autos destruidos por la piedra, me da una pena inmensa, pero debe ser el único momento que nos miramos como hermanos, nos entendemos. Me parte el alma ver a un taxista con el auto abollado, y sé que después de eso, a él le pasa lo mismo, cuando ve caer la piedra sobre los campos.


Y también están los "cosechones", esos que tapan las macanas de los años anteriores. Antes se decía "fulano pego la cosecha" y así era, eso le cambiaba la vida. Pero hace años que los márgenes son tan pequeños, que hay que pegarlas a todas.


"Recuerdo una noche a toda la familia parados bajo el corredor, casi sin respirar, escuchando el estruendo de la piedra en la chapa"


Hace mucho tiempo un señor que tenía un cargo muy importante me dijo "Nosotros les hacemos creer que son los dueños de ese pedacito de tierra, pero no es así. Son simples gerentes nuestros, y como van a porcentaje, se tienen que romper el lomo y ser cada día más eficientes"y tenía razón el hombre. Debe ser por eso que no nos visitan más aquellos amigos, ¿se acuerdan? Que aparecieron de golpe y se quedaban con todas las tierras para sembrar.- Pooles de siembra- les decían. De vez en cuando los llamo, pero ya no atienden el teléfono, y si lo hacen, se ríen,o me responden: "ni loco, esos negocios ridículos solo los hacen ustedes… y nosotros ya lo sabemos… pero pasa que en este negocio está metido quién no se tendría que meter… el amor".


Desde hace un tiempo largo cada vez que entraba al banco sentía un olor raro, raro pero conocido a la vez. Yo veía que la gente cobraba y se iba, pero nadie se daba cuenta de ese aroma. Un día me anime y le pregunte al cajero. Porque justamente ahí era donde más se sentía ese perfume. -"es que la mitad de estos billetes vienen de las semillas" me dijo" -"Con razón"- contesté.


Pero más me sorprendí cuando llegue a la puerta. Los mismos que recién salían del banco, estaban en la esquina haciendo una protesta en contra de un pobre poroto, aunque ellos mismos lo tenían en el bolsillo. Se escuchaban "mueran" y otras "maldiciones". Un chacarero los miraba sin entender, -"Si yo ya di la mitad de mi cosecha. ¿Que hice de malo? No sé qué hacen con ella, pero a mí ya me sacaron la mitad. Cosas que pasan. Pensar que estoy tan solo cuando la siembro… o si falla la trilla… pero si cosecho, ahí sí, me lleno de amigos. Solo que yo pensaba que me querían. O iba a escuchar al menos un gracias señor"-. Se puso la gorra y se fue.


Es sabido que el encargado de los animales mira torcido al chacarero, por esa fama, (no sé si es verdad o no) de no cerrar las tranqueras o atar mal los alambres y todos los inconvenientes que le traen al paisano. Dice la Biblia que Caín era labrador, en cambio, Abel era pastor de ovejas. No sé qué habrá pasado, pero parece que la cosa terminó mal.


Un día tío Jorge me dijo –"vení, te voy a enseñar a sembrar" y monto a caballo. Yo pensé que estaba equivocado, pero enderezo muy decidido para el lado de la quinta de la lechera. El potrerito ya estaba arado.Íbamos cargando las bolsas de maíz al recado y lo tirábamos con la mano, como quien le da de comer a las gallinas. Le pasamos una a rastrita atada a la asidera y nació. Así me enseñó a sembrar al vuelo. No rindió mucho, pero alcanzaba. ¿Vieron cuantas formas hay de ser chacarero?.


Cuando venía la maquina a cosechar se dejaban varias hectáreas para el viejo Dante Gonzalez, el ultimo juntador de maíz. Después nosotros teníamos varios días para juntar las bolsas, hacer las trojes, llenarlas y al tiempo desganar el maíz en familia.La cosechadora lo hubiera hecho en dos horas, pero la tradición se había salvado otra vez. Yo no sé si eso estaba bien o no, pero había tiempo para esas cosas, recreos que socializaban y divertían. Pero desde hace años la empresa nos lleva con los dientes tan apretados, concentrados en no cometer errores, obligados a la eficiencia de la eficiencia, que nos deja sin tiempo para disfrutar el campo como antes. 


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